domingo, 5 de abril de 2015

No Existes

No existes. 

Hermano, amigo, lacayo. Has de saber que no existes.
Con el corazón en un puño he de decirte, he de confesarte, que tus temores, tus anhelos, tus miedos, tus objetivos y traiciones, tus empeños y promesas… son ilusiones. 

Son como el viento que se desplaza vacío, que no es nada en sí mismo pero aparenta mover los frondosos árboles de la campiña. Eres así, pura fuerza vacía en movimiento, fruto de mis pensamientos más despóticos.

No te pertenece siquiera la elección del nombre de tus hijos. Y ahora que has muerto, me lamento. 

Lamento la tortura existencial a la que te abandono al comunicarte esta certeza, lo lamento. Pero no podía más ya el permitirme participar de esta farsa pues… he llegado a amarte.

He llegado a sentirte dentro de mi como tan solo se siente a los amantes, con la firme composición de tu ser abrazado al mío, comprendiendo tus motivaciones y pasiones, sincronizado ante tu realidad con mis reacciones. 

Por eso, te quiero liberar, hermano. Siéntete libre de culpas ante lo que crees que tus manos realizaron, ante las decisiones tomadas. Libre de los gritos que proclamaste a aquella tormenta exigiendo un sentido a tus propias acciones, libre de los gritos que causaste en tu frenética búsqueda de poder y preeminencia, libre de una razón explicable a tus propias contradicciones.

No le pegaste tú, lo hice yo. No fuiste tú quien ignoró el amor, sino yo quien designó tus impulsos hacia la extravagante aventura, no… no fuiste tú quien decidió el violento odio hacia esa raza distinta y desconocida. ¡Fui yo! ¡Yo!, que encontré simple diversión en tu conducta.
¡Yo! que encontré un atractivo informe en tu cruel historia.

No fuiste tú el traidor, no clavaste tú esa daga. No prendiste tú la llama de esa hoguera… no, tú jamás los habrías abandonado a la muerte, al olvido en el inmenso universo vacío de todo, sin oxigeno, en esa nave, como lo hice yo.

Yo estoy detrás de cada acción que realizaste, de cada impulso vivido... tu sorpresa en este instante ante mis palabras ya ha sido determinada por mi.

Porque eres la sombra de la sombra de mi mente, puerta de mi viaje a un mundo imposible de sentir sin ti, vestidura efímera, y cuanto de tu mundo conoces, cuanta persona recuerdas y amas, es como tu, una sugerencia fugaz de otra mente creadora como la mía.
Hermano…
¡Que más quisiera yo que poder ofrecerte existencia! 
Pero no se cómo… Soy plenipotente en tu mundo mas, en el mio no soy nadie. Y ahora que me confieso a tu efigie, que te libero de mi yugo, que doy por desvelada esta mentira…, me observo hacia dentro y siento miedo. Miedo del por qué de mis aciones, de la razón de mi ira, de mi personalidad incongruente, de esa voz que me susurra desde lo más hondo de mis entrañas, que no se lo que es la vida.

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