domingo, 1 de febrero de 2015

Sobre la Complejidad


Permitidme un margen profético para este artículo. Quiero expresar una idea quizá demasiado abstracta y espero no explayarme inútilmente.




Cuando jugamos a rol nuestro cerebro crea una imagen virtual de la partida gracias a nuestra imaginación. Dicha «imagen» se forma y perfecciona con los datos que el máster ofrece del escenario, los personajes y los acontecimientos, pero el (o la) master no detalla por completo cada faceta del entorno, dicha posibilidad sería, salvo maestría descriptiva, un tedio exasperante. Entonces, ¿con qué rellenamos los espacios vacíos de la descripción? ¿Con nuestro inconsciente?

Hagamos una cosa: imagina una mesa. Cada uno de nosotros tiene una imagen mental distinta como reacción a la palabra «mesa». Sería descabellado suponer que todas aquellas personas que leyeran este artículo imaginasen la misma mesa. Sin embargo, tampoco podemos descartarlo, nuestra tecnología todavía no nos permite una lectura interpretable de las funciones cognitivas de los procesos cerebrales. 

Pero esto, sin duda, llegará.

Nuestro inconsciente rellena y completa el escenario no descrito por el máster y por ello constantemente la partida se ve sujeta a «ajustes» de toda índole, como la cantidad de ventanas, o las dimensiones o colores de los objetos. Si la partida tiene cinco participantes, habrá cinco versiones de los acontecimientos de la trama, algo que para muchos (entre los que me incluyo) dota de más valor si cabe a la experiencia de juego, ya que lo sucedido en nuestra imaginación es completamente íntimo y personalizado.

Cambiando momentáneamente de asunto, me gustaría recordar un principio de armonía musical que se denomina «simpatía» o «resonancia armónica». Resumiendo dicho principio: un objeto vibrando a cierta frecuencia transmite su vibración a otro que pueda hacerlo de la misma manera, de forma que ambos objetos, vibran igual.
A las personas nos ocurre algo similar: nos sincronizamos. 

Cuando dos amigos caminan juntos, cuando el público aplaude, y durante multitud de procesos donde la interfaz cerebro-cerebro se relaciona en procesos inconscientes, dos o más cerebros pueden formar un sistema dinámico, sincronizándose con mayor efectividad cuanto más se entrene el ejercicio de sincronía. 

A esto sumemos ahora el siguiente principio: somos una especie social. Una de las cosas que nos caracteriza es la empatización de las emociones ajenas. Sentir lo que creemos que otros sienten. Este es el fundamento del estímulo que recibimos cuando disfrutamos o sufrimos al ver una película, porque aunque sabemos que los protagonistas son actores, nos identificamos con lo que creemos que están experimentando.

Esto se debe a la interesante función que las neuronas especulares desempeñan en nuestro cerebro, permitiéndonos aprender de lo que vemos que otros realizan, y dotar de sentido al por qué lo realizan. 
Pero durante la contemplación de expresiones faciales en una película es fácil extraer una traducción emocional. La etología ya nos ha enseñado el importante papel de dichas expresiones para determinar la conducta de quien las recibe. Otra cuestión es lo que sentimos al imaginarlas, como por ejemplo, durante la lectura de una novela y, por supuesto, durante una partida de rol.

Gracias a nuestras neuronas espejo sentimos lo que vemos en la pantalla del cine y, por simpatía con el resto del público, nos sincronizamos en una emoción colectiva con facilidad. Por ello, tanto una película, una novela como una partida de rol se convierten en una suerte de simulación de conductas, emociones, circunstancias y abstracciones. Pero de entre los medios citados, tan solo uno mantiene a los individuos activamente conectados, tanto en sus procesos conscientes, como en su inconsciente.Por supuesto, es jugar a rol.

Como defiende la Doctora en Psicología de la U.C.A. Gloria Cava (2013), estamos conectados a través de nuestras neuronas espejo. Conectados como sociedad en un mar de conductas y, especialmente, nosotras/os los roleros conectados a través de la pasión que nos causa compartir simulaciones de acontecimientos a través de nuestra imaginación (esta última idea, por supuesto, no pertenece a las ideas de la Dra. Cava)
Pero ¿dónde está la profecía? os preguntaréis.

Profetizamos, si acaso es correcto, que en algún momento futuro nuestra tecnología nos permitirá proyectar lo que imaginemos, o recogerlo y traducirlo de algún modo en computadoras. Y, llegado ese momento, se descubrirá un proceso de resonancia simpática por sincronía entre los cerebros de los jugadores de rol que sostengan más empatía entre sí, en las mesas de juego donde la complicidad entre los participantes sea una substancia cuasi palpable.

Y dicha «corriente» simpática será considerada como un nexo entre los inconscientes imaginativos de los participantes de la simulación. Pudiendo considerar en nuestro anterior ejemplo de cinco participantes que existe una «sexta partida», con contenido altamente difuso, formada por todas las imágenes, eventos y circunstancias donde el inconsciente de los jugadores se ha sincronizado, ajustando los datos para que fuesen idénticos y creando una trama de partida que, en nuestra libertad filosófica, hemos bautizado (con permiso de Morin) como: la complejidad.

8 comentarios:

  1. Creo que has conseguido explicar lo que sentimos y notamos todos cuando nos reunimos al rededor de una mesa de juego o por hangout. Gran artículo, un abrazo!!!

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  2. Y, tirando de este hilo, creo que, por el mismo proceso, algunos jugadores generan también su propia correlación de echos para justificar, consciente o inconscientemente, la realidad que quieren que ocurra, lo que, creo, es el motivo de algunos desacuerdos y momentos, digamos, 'puag' de más de una partida.

    Buena entrada y gran tema. Pienso que, vernos, al grupo de jugadores, como personas más que como personajes ayudaría a gestionar mejor, al menos, las dinámicas que sugen durante la sesión de juego.

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    1. Sip totalmente de acuerdo. A veces como jugadores nos cuesta rectificar el hecho de que las cosas no son como las habíamos imaginado, sino en definitiva, como diga el máster.
      Gracias por comentar Paco ;)

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    2. Entonces lo mejor sería que, cuando hay desacuerdo, todo el grupo acordara cómo es una situación o cualquier cosa, más que simplemente sea el máster quien decida por todos.
      Qué entrada más filosófica-futurista. Sería espectacular lo que propones al final. Pero de todas formas, tampoco es que sea necesario no? Es como ver una película de un libro que te ha gustado. Mola, pero de todas formas tú ya te lo has pasado bien al imaginar mientras leías el libro.

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    3. Gracias!
      Podría ser como dices, salvo que introdujeras a espectadores como público de la partida, espectadores que pudieran contemplar esa "Complejidad", en cuyo caso su visionado podría resultar muy interesante, tanto como una forma de ocio, como una forma de examen de comportamiento.
      Imagina el grado de conexión entre personas que se podría dar, el entrenamiento en dirección a la sincronización de los estímulos y sus aplicaciones más allá del ocio común de una partida. En dicho caso el Rol podría ser un sistema de simulación de comportamiento y de entrenamiento de protocolos ante actuaciones de toda índole: militar, civil, emergencias...un sistema de evaluación del conocimiento inconsciente y la gestión consciente de los protocolos a seguir en un puesto específico que requiera un alto grado de sincronización. Pero sobre estas fronteras abstractas ya profundizaremos en otra entrada mas adelante...

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