martes, 8 de mayo de 2018

Libera tu poesía, Director de juego.


La poesía puede ser muchas cosas. La búsqueda insistente de expresar lo inexpresable, un grito desgarrador en el papel desde la pluma, caricia en la cicatriz dada por un corazón desconocido, polla que te penetra con mesura mientras te aferran manos ardientes… puede serlo todo.

Pero para mi, por encima de la ruptura de la prosodia, la educación en la lectura que regala y la expresión tranquila, está la liberación. 
Porque la poesía libera.


La poesía no son versos dodecasílabos rimados con perfección matemática. La poseía es rap, es ritmo, son palabras fluyendo al pintar un paisaje buscando elegancia, es danza verbal al describir por puro placer estético, por resonancia, sin perder su valor raíz: la utilidad. 

Solo suma al contenedor la belleza que la humanidad ha impreso desde siempre en cada obra artística, por funcional que fuera su utilidad original. 
Y es, por supuesto, una herramienta más en tus manos de director. Una poderosa que merece una oportunidad. 
Puedes usar la poesía e tus partidas.
Puedes hacerlo sin ser pedante, puedes hacerlo sin ser cargante. Puedes hacerlo sin ser Neruda, puedes hacerlo sin ser poeta… 
pero no sin leer poesía.

Dale una oportunidad a la poesía, comienza por Milton y su Paraíso perdido y lee las palabras de Lucifer con la violencia con que fueron escritas contra Dios, como bramando ante una tempestad:
 "¡Qué importa la pérdida del campo de batalla! Aún no está perdido todo. Conservando todavía una voluntad inflexible, una sed insaciable de venganza, un odio inmortal y un valor que no cederá ni se someterá jamás, ¿puede decirse que estamos subyugados? Ni su cólera ni su poder jamás podrán arrebatarme esta gloria; no me humillaré, no doblaré la rodilla para implorar su perdón, ni acataré un poder cuyo imperio acaba de poner en duda mi terrible brazo. 
Déjate arrastrar por el odio y la rabia del Rey Lear al asumir el desprecio de sus hijas, al soportar la osadía de su ácido bufón y comprender en su carne rasgada por la inclemencia inglesa, el peso de sus decisiones.
¡Las llagas insondables de mi paterna maldición corroan tus sentidos! Viejos ojos necios, si seguís llorando, os arrancaré y arrojaré con todo vuestro llanto para que ablandéis la arcilla. Muy bien. Me queda otra hija, que sin duda me dará cariño y consuelo. Cuando sepa lo que has hecho, con las uñas te desollará esa cara de loba."
Alucina con las descripciones de heridas de batalla y las sobradas de la Ilíada, donde todo es tan épico que nuestras partidas más flipantes palidecen al lado de las palabras del patrón de los poetas.
“Y, si queréis, haced esta prueba, oh dioses, para que os convenzáis. Suspended del cielo áurea cadena, asíos todos, dioses y diosas, de la misma, y no os será posible arrastrar del cielo a la tierra a Zeus, árbitro supremo, por mucho que os fatiguéis; mas, si yo me resolviese tirar de aquella, os levantaría con la tierra y el mar, ataría un cabo de la cadena en la cumbre del Olimpo, y todo quedaría en el aire. Tan superior soy a los dioses y a los Hombres.”
“…contra Hipirón desnudó la gran espada, y de un tajo en la clavícula separóle el hombro del cuello y la espalda…”
 “Aquiles puso mano a la tajante espada a hirió a Licaón en la clavícula, junto al cuello: metióle dentro toda la hoja de dos filos, el troyano dio de ojos por el suelo y su sangre fluía y mojaba la tierra. El héroe cogió el cadáver por el pie, arrojólo al río para que la corriente se lo llevara, y profirió con jactancia estas aladas palabras: Yaz ahí entre los peces que tranquilos te lamerán la sangre de la herida. No te colocará tu madre en un lecho para llorarte, sino que serás llevado por el voraginoso Escamandro al vasto seno del mar.”

O la poderosa resolución de Porcia ante Shylock, en un juicio extraordinario en la luminosa Vanecia.
SHYLOCK: El pecho, por supuesto, así dice el documento, ¿no es así señor juez?“De junto al corazón”, esas son las palabras exactas. 
PORCIA: Así es.¿Hay aquí una balanza para pesar el trozo de carne? 
SHYLOCK: Por supuesto, yo mismo la traje. 
PORCIA: Tiene usted un médico cerca para que, con la herida, no muera desangrado. 
SHYLOCK: El documento no habla de ningún cirujano.
O dejarte afectar por el desasosiego visceral de Pessoa 
"Después de todo, ¿quién soy yo cuando no juego? Un pobre huérfano abandonado en las calles de las sensaciones, tiritando de frío en las esquinas de la Realidad, teniendo que dormir en los escalones de la Tristeza y que comer el pan regalado de la Fantasía."
Son tantas las obras que podríamos citar… 

Libérate, director de juego. Emplea tu poesía al narrar. ¡¡Describe fascinado por el mundo que te rodea!! 

Abraza la prosa y deléitate cuando tejas el tapiz de colores en el que tus jugadores se deben enredar. ¡Que naden en aromas y tonos! No te dejes amedrentar por la vergüenza, por las miradas, por el comienzo. Porque como nos enseñó Cortázar, no cualquiera se vuelve loco, esas cosas hay que merecerlas.

Da paso a paso, un paso más. Un paso innecesario, cierto, no hace falta nada de esto para dirigir maravillosamente una partida memorable y divertida. 

Como casi todo lo bello, no es necesario.

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