Nombre: Víctor Balsari
Edad: 27
Profesión: Depende…de la noche
Juego: Cultos Innombrables
Personaje: Jugador
Trasfondo
Victor se crió como un niño normal en una granja de Villgratental, en el Austria tirolesa. Sus padres regentaban una casona de excelente reputación a la que gente de relativamente buena posición iba a desconectar del mundo en un valle remoto alejado de la civilización… pero cercano a las estaciones de esquí mas importantes de Austria.
Por ello, Víctor vio desde su juventud ir y venir a magnates de todo tipo, observando atentamente muchos estilos de vida durante las épocas de esquí, en nada semejantes a la vida familiar y ganadera que su familia mantenía durante las temporadas de verano.
Su familia, pertenecía a la compleja red de “Haus Heib” austríacas. Casas que estaban reconocidas por el estado Austriaco como refugios de vida para aquellos a los que el invierno o la noche sorprendían en el camino en los peligrosos y fríos valles. Las Haus Heib les ofrecían refugio y alimento a cuenta del estado.
Una idea excelente por parte de la nación Austriaca que la puso en practica desde 1950 para paliar parte de las consecuencias de la segunda guerra mundial sobre quienes lo habían perdido todo, pero que en la juventud de Victor, allá por 1993, era una ley usada por trashumantes de sí mismos que se dedicaban a deambular por Europa con ideas de igualdad, librepensamiento y demás revoluciones culturales.
Una noche cualquiera de hogar, nieve y jugar ante el fuego, una persona llamó a la puerta de la casa de Víctor. Él contaba por aquel entonces poco más de ocho inviernos, pero supo que esa persona no era normal desde el mismo momento en que se hizo el silencio tras el resonar de la vieja puerta de Cedro de la casona.
Se llamaba Peter Camenzind.
Sus ropas, raídas por el desgaste que producen mil kilómetros, presentaban una estampa propia de las historias de los refugiados nazis de cuarenta años atrás. Su pelo era salvaje y descuidado, y debía sobrepasar con fortuna la treintena. Parecía un vagabundo que lo hubiese sido durante años…o durante siglos.
Victor siempre recordaría como ese vagabundo se había ganado el calor y el cariño de sus padres, con una mezcla de humildad y dureza como pocas veces ha logrado ver en el mundo. Mirando cada pequeño objeto que tenía delante con la misma mirada, de haber visto mil caminos, de haber buscado el horizonte durante siglos, viendo como los pueblos crecían y se desmoronaban a los márgenes de su caminar.
Al poco de entrar en la casa y de ser atendido por sus padres y encontrarse ya en la hospitalidad de su familia, se sentó a su lado con animo de jugar con el.
Victor tenia un juego de piezas de madera con las que hacia carriles, casas, pueblos. Y el señor Camenzind jugó con el en silencio durante un rato, mientras el niño se sorprendía de los vivos colores de sus ojos, verdes, azules, dorados. Al fondo, su padre se vestía para comprobar el ganado en sus cuadras, y su madre cantaba en la cocina mientras terminaba un estofado que inundaba el ambiente.
––¿de donde viene, señor? –– preguntó el joven Victor.
–– Vengo por ti, Victor. –– le respondió con serenidad y tono rotundo el vagabundo –– desde los sueños. Y para llevarte a los sueños conmigo.
Contrario a lo que se pudiera considerar, Victor no sintió miedo, aunque si se sintió impresionado. Era la primera persona que le hablaba de los sueños tal y como el los entendía. Como algo muy real.
Esa noche, Victor se despertó junto a la ventana de su habitacion. Estaba de pié, vestido. Fuera una inmensa luna llena iluminaba los prados nevados, salpicados de la arboleda que contorneaba el valle. A pocos metros de la puerta de su casa, estaba el señor Camenzind, observándolo. Se giró, y Victor entendió que, si lo deseaba, podía seguirlo.
Tuvo miedo, pero sentía mucha más curiosidad. Se descubrió cruzando la puerta de su casa hacia el exterior, corriendo por encima de la nieve hasta dar alcance al señor Camenzind, y agarrar su mano.
Ambos caminaron una decena de pasos, hasta encontrar una cueva que jamás había estado ahí.
Comenzaron a descender
—Cuantos escalones…— dijo Victor
—Siempre son setenta — contestó Peter — Victor, ahora te voy a presentar a dos señores. No sonrías delante de ellos y no les digas nada, deja que por ahora, sea yo el que hable.
Ese fue el comienzo de muchos viajes de la mano de su instructor, mentor y amigo Peter Camenzid, a través de las Tierras del Sueño y sus imposibles paisajes, bibliotecas y leyendas.
Pero de eso hace años ya, sino siglos contando su experiencia más allá de los umbrales. Maestro y discípulo se han apartado en su camino el uno del otro, buscando a otros soñadores que les puedan auxiliar en su labor sagrada. Intentando evitar que los oscuros cumplan sus propósitos. Aprendiendo el antiguo arte mágico de vestirse de las identidades de los durmientes durante sus trances, recogiendo sus conocimientos como simples ropajes, viajando entre tiempos y mundos.
Hoy, Victor tan solo sabe una cosa, Peter está en peligro, y el no sabe ni donde está ni como ayudarle. Ha buscado entre las caóticas bibliotecas de sueños vivos de Weenel, y ha encontrado un momento y un lugar: México, una plataforma petrolera en el año 2015.
Demasiados sueños lo han llevado hasta allí como para ignorarlo. Pensaba vestirse de inversor y visitarla, pero entonces hubo un accidente imprevisto, y la plataforma comenzó a arder y explotar.
Por eso, hoy se ha vestido de activista de Green Peace, y agarrado a una de las lanchas motoras que sirven como apoyo al buque de investigación principal hostigan a los responsables de la plataforma y a los barcos de extinción de incendios para que realicen un comunicado oficial de daños e informen al mundo de lo que está ocurriendo.
La posibilidad de saltar de la lancha e intentar acceder a las escalinatas de los pilares estabilizadores es cada vez más tentador.
Hasta el presente los han ignorado, e incluso les han cañoneado agua a presión, pero entonces un helicóptero cruza el cielo en dirección a la plataforma.
Al fin las autoridades de verdad vienen a dar la cara.