Pregunta 13: Ayer hicimos de historiadores. Trabajamos con el pasado de una ciudad que en estos momentos empieza ya a ser algo quizá tangible pero… ¿realmente es así? ¿podrías describir un suceso del futuro que esté relacionado con Highdell?
— Oh… por desgracia, sí. Cada vez son más los miembros del gremio de aventureros que se adentran en el Hachazo del Primer Rey. Es cuestión de tiempo que encuentren la puerta Roja. Es cuestión de tiempo que aparezca quien sostenga pericia como para abrirla. Muchos de los que aún hoy viven de cuantos compartieron conmigo pupitre en las Torres Blancas de Eirien, han considerado siempre que el viejo habitante que debiera existir tras esa puerta, ha de yacer muerto.
Yo pienso que no. Siento que no. En parte, de hecho, por eso estamos aquí ¿no es cierto Finne?
— Si padre. — la joven respondió distraída mientras continuaba su lectura.
— ¿Que podría pasar si abriesen esa puerta, Ieta? — Su viejo amigo, el goblin Kano, no dejaba de remover el azúcar en la taza de té. odiaba el té, pero le encantaba removerlo.
—Mmmm… ¿te refieres a si abriesen la puerta, sorteasen las pruebas que aguardan tras ella… en caso de que aún funcionasen esas antiguallas, llegasen a la séptima sala de la Redención y tuviesen la fuerza y el conocimiento mágico como para quebrar las cadenas que aprisionan al ser antiguo que allí reside?
— Sip — repuso el goblin muy atento a la posible respuesta del viejo astrólogo.
— Es muy probable, que lo sepamos más pronto de lo que crees viejo amigo. Mas que la… — ¡un estruendo ensordecedor sacudió la tranquilidad de la conversación!. Los tres alzaron la vista hacia la ventana de la cocina y el golpe seco y contundente de un grueso libro al cerrarse determinó los acontecimientos que estarían por llegar.
— Ese dichosos gato — exclamó Finne malhumorada — ¡ya ha vuelto a tirar todos los cacharros! ¿Porque no pones la lata de galletas en otro mueble, padre?
— Es que no deja de fascinarme que a tu gato le gusten las galletas, cielo.
— No es mi gato. Vive con nosotros, nada más. ¡Jothum! ¡Bájate de ahí! — tras dejar el libro en la estantería, Finne se perdió al otro lado de la puerta de la cocina.
— Los míos nos los comemos — acertó a decir Kano con la boca ladeada. Ambos miraban la puerta de la cocina, cerrada, como si los acontecimientos no hubiesen concluido.
—Si, aún recuerdo aquel guiso de tu esposa. — le respondió Ieta.
—No debiste gritar en la mesa cuando te sirvió esa cena. Ni escupir el guiso.
—¡Tus hijos me mordían la pantorrilla!
—¡No sabían si eras de verdad!
—¡Ven aquí! ¡No!¡No!¡Suéltalo!¡Suéltalo — se escuchaba a la jovenzuela, malhumorada al otro lado de la puerta.
—¿Eso no es una canción? — comentó el goblin
—Ni la mas remota idea… — entonces una verdadera batalla se desató en la cocina. ¡Ruido de cristales!¡Combate, pelea!¡Ejércitos bramando!¡Rugidos! Las expresiones de ambos, goblin y astrólogo, eran muecas de dolor a cada posible impacto desmesurado.
—No se porque lo llamáis gato.
—Dragonies Tixiermien Valerinquer nos parecía demasiado largo.
—Mmmmm tiene sentido. — el ruido cesó de pronto, y entonces…
— Oh… por desgracia, sí. Cada vez son más los miembros del gremio de aventureros que se adentran en el Hachazo del Primer Rey. Es cuestión de tiempo que encuentren la puerta Roja. Es cuestión de tiempo que aparezca quien sostenga pericia como para abrirla. Muchos de los que aún hoy viven de cuantos compartieron conmigo pupitre en las Torres Blancas de Eirien, han considerado siempre que el viejo habitante que debiera existir tras esa puerta, ha de yacer muerto.
Yo pienso que no. Siento que no. En parte, de hecho, por eso estamos aquí ¿no es cierto Finne?
— Si padre. — la joven respondió distraída mientras continuaba su lectura.
— ¿Que podría pasar si abriesen esa puerta, Ieta? — Su viejo amigo, el goblin Kano, no dejaba de remover el azúcar en la taza de té. odiaba el té, pero le encantaba removerlo.
—Mmmm… ¿te refieres a si abriesen la puerta, sorteasen las pruebas que aguardan tras ella… en caso de que aún funcionasen esas antiguallas, llegasen a la séptima sala de la Redención y tuviesen la fuerza y el conocimiento mágico como para quebrar las cadenas que aprisionan al ser antiguo que allí reside?
— Sip — repuso el goblin muy atento a la posible respuesta del viejo astrólogo.
— Es muy probable, que lo sepamos más pronto de lo que crees viejo amigo. Mas que la… — ¡un estruendo ensordecedor sacudió la tranquilidad de la conversación!. Los tres alzaron la vista hacia la ventana de la cocina y el golpe seco y contundente de un grueso libro al cerrarse determinó los acontecimientos que estarían por llegar.
— Ese dichosos gato — exclamó Finne malhumorada — ¡ya ha vuelto a tirar todos los cacharros! ¿Porque no pones la lata de galletas en otro mueble, padre?
— Es que no deja de fascinarme que a tu gato le gusten las galletas, cielo.
— No es mi gato. Vive con nosotros, nada más. ¡Jothum! ¡Bájate de ahí! — tras dejar el libro en la estantería, Finne se perdió al otro lado de la puerta de la cocina.
— Los míos nos los comemos — acertó a decir Kano con la boca ladeada. Ambos miraban la puerta de la cocina, cerrada, como si los acontecimientos no hubiesen concluido.
—Si, aún recuerdo aquel guiso de tu esposa. — le respondió Ieta.
—No debiste gritar en la mesa cuando te sirvió esa cena. Ni escupir el guiso.
—¡Tus hijos me mordían la pantorrilla!
—¡No sabían si eras de verdad!
—¡Ven aquí! ¡No!¡No!¡Suéltalo!¡Suéltalo — se escuchaba a la jovenzuela, malhumorada al otro lado de la puerta.
—¿Eso no es una canción? — comentó el goblin
—Ni la mas remota idea… — entonces una verdadera batalla se desató en la cocina. ¡Ruido de cristales!¡Combate, pelea!¡Ejércitos bramando!¡Rugidos! Las expresiones de ambos, goblin y astrólogo, eran muecas de dolor a cada posible impacto desmesurado.
—No se porque lo llamáis gato.
—Dragonies Tixiermien Valerinquer nos parecía demasiado largo.
—Mmmmm tiene sentido. — el ruido cesó de pronto, y entonces…
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