No mucha gente se aventura a entrar en los bosques del norte. No porque se encuentren lejos, ni porque sean especialmente densos o estén atestados de alimañas o depredadores. Sino porque, según se dice, es tierra de Duendes y Hadas.
Váeron es un valle tranquilo que lleva siglos alejado de las hachas de los hombres, sin lugar a dudas no es un lugar hostil, no es una tierra peligrosa, tan solo es que entre sus árboles... No todos se sienten bien recibidos.
Váeron es un valle tranquilo que lleva siglos alejado de las hachas de los hombres, sin lugar a dudas no es un lugar hostil, no es una tierra peligrosa, tan solo es que entre sus árboles... No todos se sienten bien recibidos.
Ese valle lo encontraremos adentrándonos en los bosques norteños cercanos a "las Coronadas" las montañas que delimitan el reino por septentrión y que, por mucho que los reyes se empeñen en atribuírselas, jamás han pertenecido a manos humanas.
¿O si?
En realidad, no son pocos los pastores y apicultores que deambulan por aquellos bosques. Personas que nacieron e sus lindes y que saben que lo único que deben temer son las travesuras de los duendes que no se sienten respetados por los humanos.
Como reza el dicho, "Si conoces las tradiciones, y las cumples de corazón, no has de tener precaución" Bien cierto es, nada te pasará en esos valles si respetas las costumbres del mundo de Oberania y no te inmiscuyes en sus asuntos.
Como reza el dicho, "Si conoces las tradiciones, y las cumples de corazón, no has de tener precaución" Bien cierto es, nada te pasará en esos valles si respetas las costumbres del mundo de Oberania y no te inmiscuyes en sus asuntos.
Pero aquello que llama nuestra atención ahora mismo es el arte de estos lugares, arte en dos de sus formas, pues para las personas arte es una cosa, mientras que para hadas y duendes lo es otra.
Los caprichos de la naturaleza son, para los seres feéricos, la más excelsa forma de arte existente sobre la tierra. Y por ello contemplan cañones y ríos, troncos tortuosos o piedras singularmente pulidas por el paso de glaciares como nosotros contemplaríamos excelsas obras depositadas en museos.
Ante las puertas de Váeron, uno de los más hermosos valles cercanos a las Coronadas se encuentran dos singulares construcciones:
Una es un inmenso árbol de piedra, de tamaño tan colosal que duplica el de cualquiera de sus cercanos. Carece de hojarasca, aunque todo tipo de plantas trepadoras han crecido con los siglos a su alrededor, disimulándolo. Lo más singular de esta extraña obra, es que posee una puerta en su tronco. Una robusta y antigua puerta de piedra que nunca ha sido abierta. A ello hay que sumar que duendes y hadas no pueden acercarse a él, sino solo contemplarlo en la distancia. Tampoco pueden nombrarlo, ni retenerlo en su memoria mas allá del cuarto día. Por ello es causa constante de asombro y admiración para todos los duendes cercanos... o para casi todos. Salvo para PiedraRoma Furir, un vetusto duende de las rocas que, desde hace décadas, vive en sus alrededores tras autoconsiderarse el Supremo Guardián del Árbol Seco.
Puede que no sea considerado arte por muchos. Pero con acercase un poco se podrían apreciar la infinidad de muescas de cincel que lograron, quizá tras siglos de trabajo, labrar tan impresionante estructura.
Y no está sola.
Cerca, muy cerca del árbol seco, nos encontraremos con una estatua igual de inmensa que éste, o eso se cree, que debió ser tallada por las manos humanas de la antigüedad.
Eso se cree porque está semi enterrada y torcida, y nadie alcanza a dar cuenta de su tamaño real. Se sabe que debieron ser manos humanas porque el rostro del viejo guerrero que representa es humano, y parece haber observado el horizonte en la distancia, como haciendo ceñuda guardia.
Algunos duendes dicen que cayó de lo alto de las montañas y que, rodando por los valles, fue dando botes y golpes hasta llegar a Váeron. Harto improbable, pero ellos se lo creen.
Lo que es impepinable, es su tamaño. Casi veinte varas de torcida altura con una extraña escalera de caracol muy disimulada entre los pliegues de la pétrea ropa que debió vestir en el pasado. Y, al final, una portezuela rota oculta tras el pabellón de su oreja derecha, que hoy es cuna y nido de murciélagos y Zorros. Dicen que por dentro es amplia, y que no carece de pocos habitáculos... y trampas.
Y como los duende son curiosos, pero no soportan las trampas, poco han explorado en su interior.
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