-- Se trataba de un hombre sin nombre, pero venía marcado: en su cuello lucia el tatuaje del gremio de exploradores Espuma de Poniente. Un marino explorador. En su zurrón traía un mapa. Tiene las indicaciones de una gruta en el acantilado de la Hydra. Una gruta que parece llevar a un tesoro... o qué se yo.
--¿Un tesoro? Y ¿que piensas hacer Frostel?
-- ¿Yo? -- bebió otro trago -- pues clavetearlo en esa pared a ver si alguien quiere arriesgar la vida por los sueños de otros, y volver a mis tareas. Ese tipo era un explorador, y llegó muerto. ¿Que voy a hacer yo en la gruta de un acantilado? No... a mi no me vereis en esas ¡os lo aseguro!
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Cuando los quince huerfanos llegaron al claro de las emboscadas, a hacer sus practicas liturgicas, ni remotamente esperaban encontrarse lo que les aguardaba alli.
Diez carretas haciendo noche, como de costumbre en el lugar. Una hoguera en el centro y puro silencio. Las personas estaban unas en pie, y otras como a punto de hacer algo... pero todas muy quietas. Las bestias estaban igual. Todos quietos. Al momento de verlos, uno de los huerfanos supo que estaban todos muertos. No se escuchaban animales ni ruidos del bosque.
Entonces uno de los chiquillos sintió como un zumbar de finas moscas, y su compañero Bramio hizo el sonido de quien se asfixia o se ahoga... y de pronto se quedó muy quieto, como petrificado en el mismo aire.
Todos estan a lli esperando. Los zagales dieron media vuelta y corrieron como alma que persigue el diablo. Dos dias hace de esto y desde entonces, ninguna caravana más ha llegado desde ese camino, ni tenemos noticias de ninguna que hacia el fuera y haya regresado.
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