Mi némesis, mi opositor... mi enemigo cruel y virulento.
Existe un comendador que busca puerta por puerta cada mes del calendario humano los dineros de los habitantes de Highdell. Si enemigo mio fuera por ser temido por mis amados y amigos, ese sería. Lo odio con todo mi ser, tanto por ser extranjero del pueblo como por carecer de empatía con los padeceres de mis gentes. Y por un lunar peludo y horrendo que luce en toda la cerviz. Pero aun tomando por peligro y horror la emoción que a los humanos causa el cruel dinero, hay que asumir que este enemigo no es nada comparado con el que a continuación os citaré.
Es oscuro, profundo, tentacular... sus pensamientos se sienten en el pueblo hasta tal punto, que díriase que toda obra maligna procede de su veneno. Es gordo y está enterrado. Tan profundo como lejos lleve la más honda del más veterano de los árboles del pueblo, que no son pocos ni jóvenes. Reside en una cueva de la que desconozco el acceso. Vive en los sueños, y por los sueños llega a mi pobre gente. Se que se retuerce alrededor de un cofre, o un baúl, y que teme que la luz del sol toque su piel como temen los gatos el agua: con un temor despreciable e indignado mas que un temor de miedo.
No son pocas las veces que lo he visto dominando las mentes de los habitantes de este pueblo, protegido mío, ni pocas las que hemos luchado. A veces venzo, en ocasiones he sido vencida y he sufrido. He perdido a humanos en las batallas, humanos que parecían caer por enfermedades simples, sabiendo yo que morían por no tener mi poder suficiente fuerza como para protegerlos a todos.
Pero en mis victorias también he abierto puertas, he debilitado cuevas, he drenado laberintos. Poco falta para que los humanos más osados lleguen a él, y espero entonces que con la fuerza de mi espíritu en su puño puedan hundir en esa criatura sin alma el frío hierro, y acabar con su existencia, y darle muerte.
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