Sería Fryden, una semidiosa fugada del reino de Oberania que no desea otra cosa que encontrar al varón que reinó en sus sueños durante décadas.
Fryden soñó con un rostro hace decenios. Un rostro de muchacho joven y despierto, y desde que tal sueño tuvo, cada noche al cerrar los ojos los abría oníricamente para contemplar a este zagal, y cuanto su alrededor acontecía.
El muchacho se hizo hombre, y Fryden conoció de este modo tan extraño toda su vida. Por ello, pasados los años se decidió a no dejarse llevar a engaño y conocerlo en persona, para ver si era real cuanto en los sueños veía.
LLeva en Highdell cinco años. Los mismos que el joven al que sigue, enamorada, esperando durante ese tiempo el momento de tomar su auténtica forma ante él y manifestarle su presencia, su poder y su protección.
Pero él tiene a una humana por amante, y juntos parecen ser felices. Juntos entran en galerías del pasado y se pierden con otros compañeros humanos, exploradores y aventureros todos.
Pero él tiene a una humana por amante, y juntos parecen ser felices. Juntos entran en galerías del pasado y se pierden con otros compañeros humanos, exploradores y aventureros todos.
Todos estos años, Fryden ha recorrido los callejones de Highdell y sus tejados con una forma animal que ha aprendido a amar: es una gata.
Ya ha entendido que pretender el amor de ese hombre es tiempo perdido, ya lo ha llorado y ya se ha reconstruido. Ahora ha trasladado su amor a los habitantes del pueblo, a quienes observa con curiosidad desde sus ventanas, escuchando sus conversaciones, riéndose con ellos cuando ríen y padeciendo sus tormentos cuando sufren. Ama Highdell y ama su nueva forma. Sonríe ante las vueltas que la existencia ofrece y ni se plantea retornar a su vida semidivina en Oberania, donde la corrección de las travesuras de los duendes era su mayor oficio.
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