-- Sería dudoso explicaros como un ave de ciento cincuenta gramos pudo transportar un pedazo de madera de casi medio kilo durante más de mil cuatrocientas millas... Pero así fue como ocurrió. O puede que no. La cuestión es que cierto día de otoño cayó del cielo sobre el bosque de Pígmanur, a incierta distancia de Highdell, un pedazo de madera, sin valor aparente, de varias pulgadas de grosor y un par de palmos como medida para cada uno de los lados de su forma cuadrada.
Cayó enramándose con la densidad de la foresta, y ahí se mantuvo, entre las hojas otoñales que caían como una lluvia, indiferente a las eras, las estaciones o los elementos… hasta que sucedió esa horrorosa tormenta de seis años atrás. Entonces el fuerte viento sacudió los bosques como pocas veces recuerdan nuestros mayores, e inundó zonas habitualmente alejadas de los rebosaderos de los cauces… y ese insignificante pedazo de madera, se cayó.
Flotando, llegó atrabancadamente al pantano de Raicesgrises donde se mantuvo, tras las riadas varios días esperando quizá ser encontrado. Pero por más que viajeros y perdidos pasaron cerca suyo, nadie lo encontró. Quizá por ello con las lluvias del año pasado retomó su flagrante viaje hasta precipitarse por una improvisada cascada por el cañón llamado “el hachazo del primer rey”.
tras varios días de flotar, nuevamente voló. Y nuevamente se enredó en la enramada de un joven alcornoque que, contra todo pronóstico y retorcido como los dedos de un anciano norteño, se sostenía y sostiene aferrado a las rocas a media altura del acantilado del cañón.
Alli, como un vetusto pedazo de madera, como un tablero perdido, está el mapa de las diez flechas. Un mapa que, en manos de la persona adecuada, manifiesta como una reproducción el entorno de todo aquello que rodea al su portador con el más mínimo detalle. Bosques, personas, viviendas, castillos… todo se ve representado en el mapa tal como está sucediendo, solo que ahí una persona común alcanza escasamente la media pulgada de altura.
Sueño de ladrones, maldición de nobles y joya de asesinos… el mapa de la diez flechas, según cuentan, puede variar las distancias y escalas de cuanto se representa, pero siempre se tiene a sí mismo como centro y, además, si se domina la vetusta magia que se asocia a su construcción, se puede solicitar al mapa que señale las diez esencias más poderosas en su superficie, encontrando por tanto la localización de los diez mejores luchadores, los diez mejores artesanos, los diez objetos más duros… los más valiosos… y un largo etcétera de posibilidades tan solo al alcance de quien conozca sus secretos… y quien esté dispuesto a asumir sus exigentes pagos.
Todo un tesoro, peligroso y útil sin duda. Pero tan solo visible a ojos de buen observador, o de quien gaste buena fortuna con los dioses.
-- ¿Y alli sigue, Ieta?
-- Allí sigue.
-- ¿Y... porqué nadie va a buscarlo?
-- Mmmm... supongo que porque nadie ya hoy en día se cree las historias que cuenta este viejo astrólogo venido a menos.
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